Desde hace más de dos décadas, Colombia ha mantenido una estrecha colaboración militar con Estados Unidos bajo la bandera de la “lucha contra el narcotráfico” y el “terrorismo”. Pero, más allá de los acuerdos diplomáticos y las visitas protocolares, ¿qué ha cambiado realmente en el territorio colombiano? ¿Y qué datos respaldan la permanencia de tropas extranjeras en nuestro suelo?
El contexto: cooperación con cifras millonarias
- EE.UU. ha destinado más de 10.000 millones de dólares a Colombia desde el año 2000 bajo el Plan Colombia y programas posteriores.
- Se han identificado al menos siete bases militares colombianas con uso compartido o apoyo estadounidense: Palanquero, Tolemaida, Apiay, Malambo, Cartagena, Larandia y Málaga.
- Miles de soldados colombianos han sido entrenados por tropas estadounidenses, y se ha entregado equipo como helicópteros Black Hawk, armas y tecnología de vigilancia.
La realidad: resultados cuestionables
- Colombia sigue siendo uno de los mayores productores de cocaína del mundo.
- Las zonas donde operan estas bases (Meta, Tolima, Caquetá, Santander, etc.) siguen siendo focos de violencia, cultivos ilícitos y desplazamiento forzado.
- No existe transparencia pública verificable sobre las operaciones exactas realizadas por tropas estadounidenses en nuestro territorio.
- El acuerdo militar de 2009 que permitía el uso formal de las bases fue declarado inconstitucional por la Corte Constitucional de Colombia en 2010.
¿Colaboración o cortina de humo?
Si el objetivo declarado de la presencia militar estadounidense era reducir la producción de drogas, los datos no respaldan el discurso oficial. A pesar de miles de millones invertidos y presencia militar activa:
- Los cultivos de coca no disminuyen de forma sostenida.
- Las rutas del narcotráfico se mantienen e incluso se diversifican.
- Las regiones intervenidas no muestran mejoras estructurales ni desarrollo económico sostenible.
Esto deja espacio para preguntas incómodas que los gobiernos rara vez contestan:
- ¿Estamos siendo usados como peón geoestratégico?
- ¿Estas bases sirven a intereses externos más que a la seguridad del pueblo colombiano
- ¿Podrían estar facilitando lavado de dinero, tráfico de armas o extracción de recursos, bajo el pretexto de “cooperación”?
OTRAS PREGUNTAS:
¿Hay bases militares de Estados Unidos en Colombia? No existen bases oficialmente reconocidas como “bases militares estadounidenses”. Sin embargo, sí hay presencia de personal militar de EE. UU. en diversas instalaciones colombianas bajo convenios de cooperación y entrenamiento, como parte del *Plan Colombia* y acuerdos posteriores.
¿Cuántas son y dónde están ubicadas?
No hay un número oficial de “bases”, pero se sabe que EE. UU. ha operado en al menos 7 instalaciones colombianas: Malambo (Atlántico), Palanquero (Cundinamarca), Tolemaida (Tolima), Apiay (Meta), Larandia (Caquetá), Tres Esquinas (Caquetá) y Bahía Málaga (Valle del Cauca). Son bases colombianas con presencia operativa o logística de Estados Unidos.
¿Son oficiales o camufladas bajo convenios?
Están amparadas bajo convenios de cooperación militar, como el *Acuerdo de Asistencia Militar* y tratados posteriores. Aunque no se llaman “bases”, operan como centros de operaciones compartidas y entrenamiento, sin supervisión directa del Congreso.
¿Para qué están en Colombia?
Según los documentos oficiales, para “luchar contra el narcotráfico y el terrorismo”. Pero muchas voces críticas apuntan a que su presencia responde a intereses estratégicos de EE. UU. en América Latina, incluyendo el control geopolítico y la protección de sus inversiones.
¿Están allí por narcotráfico, terrorismo o control geopolítico?
El discurso oficial habla de narcotráfico y terrorismo, pero en la práctica su papel ha sido más amplio: entrenamiento de tropas, inteligencia, monitoreo regional (como sobre Venezuela), y protección de megaproyectos. Es decir, también cumplen funciones de control geopolítico.
¿Qué intereses internacionales se protegen desde ahí?
Intereses energéticos, económicos y estratégicos de Estados Unidos, como el acceso a recursos naturales, la estabilidad de gobiernos aliados, la vigilancia de países como Venezuela, y el aseguramiento de rutas comerciales.
¿Colombia sigue siendo soberana si hay tropas extranjeras?
Tener tropas extranjeras actuando dentro del territorio nacional, sin control parlamentario ni rendición de cuentas ante la ciudadanía, representa una clara amenaza a la soberanía nacional. En los hechos, condiciona decisiones políticas, militares y de seguridad interna.
¿Puede Colombia tomar decisiones militares independientes?
Formalmente sí, pero la influencia externa —especialmente estadounidense— condiciona muchas decisiones estratégicas. La cooperación militar implica dependencia en formación, armas, inteligencia, e incluso doctrina militar.
¿Estas bases benefician o subordinan al país?
Subordinan. Aunque el discurso oficial habla de “cooperación”, el resultado ha sido una fuerte militarización del territorio, violaciones de derechos humanos y pérdida de autonomía en asuntos estratégicos.
¿Qué impacto tienen estas bases en las comunidades cercanas?
En varias regiones se han reportado abusos, desplazamientos, afectaciones ambientales y violencias sexuales por parte de personal extranjero. Además, aumentan la militarización y el riesgo de conflictos armados internos.
¿Hay violaciones de derechos humanos relacionadas?
Sí. Existen denuncias documentadas, incluyendo casos de abuso sexual de menores por parte de soldados estadounidenses (por ejemplo, en Melgar y Tolemaida), así como participación indirecta en operativos donde se han cometido masacres o ejecuciones extrajudiciales.
¿Se ha militarizado el territorio?
Sí. Las regiones con presencia estratégica (como el sur del país y zonas de frontera) tienen alta densidad de fuerzas armadas. Esta militarización ha desplazado comunidades, criminalizado la protesta y facilitado el despojo de tierras.
¿Es legal tener bases extranjeras en Colombia?
La Constitución colombiana no permite el establecimiento de tropas extranjeras permanentes sin aprobación del Congreso. Sin embargo, los gobiernos han usado la figura de “cooperación militar” para eludir ese control democrático.
¿Qué convenios o tratados lo permiten?
El *Plan Colombia*, firmado en 1999, y posteriores acuerdos bilaterales de defensa han permitido la entrada de personal militar. En 2009 se intentó firmar un acuerdo para establecer 7 bases con presencia directa de EE. UU., pero fue declarado inconstitucional.
¿Han sido aprobadas por el Congreso?
No en todos los casos. De hecho, la Corte Constitucional frenó el acuerdo de 2009 por no haber pasado por el Congreso. Muchos de los acuerdos vigentes se han manejado de forma opaca, sin debate público ni legislativo.
¿Han intervenido en el conflicto armado Indirectamente sí. Han entrenado tropas que luego han sido responsables de falsos positivos, operaciones militares y violaciones de derechos humanos. También han proporcionado inteligencia en operaciones como la de Raúl Reyes (FARC).
¿Tienen alguna responsabilidad en operaciones o violencias locales?
Sí, aunque no siempre de forma directa. La doctrina militar, los recursos y el entrenamiento provistos han reforzado estructuras que han violado derechos humanos. Además, han protegido intereses empresariales que han desplazado comunidades.
¿Protegen intereses extractivos?
Sí. Hay registros de presencia militar en zonas de explotación petrolera, minera y de megaproyectos. La militarización ha funcionado como garantía para empresas transnacionales, incluso frente a comunidades que se oponen a esos proyectos.
¿Están cerca de zonas ricas en petróleo, minería o biodiversidad?
Sí. Las bases o instalaciones compartidas están estratégicamente ubicadas cerca de zonas clave: Amazonía, Orinoquía, costa Pacífica, y fronteras ricas en recursos y biodiversidad. Esto refuerza la idea de que su interés no es solo “la seguridad”, sino el control territorial.
🧨 Conclusión
Si después de décadas, millones de dólares y presencia armada extranjera no hay evidencia clara de logros concretos, entonces la permanencia de estas operaciones no es justificable ante el pueblo colombiano.
Su opacidad las vuelve sospechosas. Su falta de resultados las vuelve innecesarias.
Y en tiempos de despertar colectivo, lo que no sirve, estorba.